En los últimos años, el rol de las mujeres en puestos de liderazgo ha experimentado un aumento significativo a nivel global. A medida que la igualdad de género se ha convertido en una prioridad en muchas sociedades, las mujeres han ganado mayor visibilidad y reconocimiento en diferentes sectores y áreas de trabajo.
A pesar de los avances, las mujeres siguen siendo minoría en posiciones de liderazgo, en los espacios laborales. Este fenómeno, conocido como «techo de cristal», ha sido objeto de estudio y debate en diferentes ámbitos académicos, empresariales y políticos. La pregunta que se plantea es por qué, a pesar de contar con los mismos conocimientos, capacidades y habilidades que el puesto de liderazgo necesita, las mujeres enfrentan diversas dificultades para acceder a estos cargos.
Uno de los principales desafíos a los que se enfrentan las mujeres es el arraigado estereotipo de género que persiste en nuestras sociedades. Esta creencia socialmente construida atribuye a las mujeres características como la sensibilidad, empatía y cuidado, mientras que se espera que los hombres sean dominantes, ambiciosos y asertivos. Estos estereotipos dificultan la percepción de las mujeres como líderes efectivas y capaces de tomar decisiones acertadas. Recordemos que los estereotipos afectan a todas las personas.
Además, las responsabilidades y roles tradicionales asignados a las mujeres, como el cuidado de la familia y el hogar, pueden limitar su disponibilidad para dedicarse plenamente a sus carreras profesionales. La falta de políticas que promuevan la conciliación laboral y familiar, así como el desequilibrio en la distribución de las tareas domésticas, también juegan un papel importante en el reto de las mujeres para acceder a puestos de liderazgo.
Los beneficios de contar con mujeres y hombres con las capacidades y habilidades esenciales para el liderazgo son innegables. Numerosos estudios han demostrado que las empresas y organizaciones dirigidas por líderes efectivos, independientemente de su género, tienden a ser exitosas en términos de rentabilidad, innovación y sostenibilidad.
Dado que, no existe un enfoque distinto por género a la hora de hablar de liderazgo, existen características que se han atribuido históricamente a los estilos de liderazgo de ambos géneros por ejemplo: los sesgos cognitivos que se les presuponen a los hombres giran en torno a la autoconfianza o a una menor aversión al riesgo. En el caso de las mujeres están relacionados con la prudencia y la sensibilidad. Es por ello que al liderazgo femenino se le atribuye una visión más empática, colectiva y altruista.
Para lograr un cambio significativo, es necesario implementar políticas y medidas que fomenten la diversidad, la igualdad de género y el acceso equitativo a los altos mandos. Esto implica identificar, valorar y potenciar las competencias, habilidades y actitud que se requieren para el liderazgo, sin diferencia de género.